25 abr 2013

LA BOMBA DE LA BICI



Y entonces es cuando vio lo que ponía en un lado de la bomba.

La tarde anterior, cuando volvía del colegio, Martín se había encontrado una bomba de hinchar bicicletas. La verdad es que le venía muy bien: llevaba un par de días notando que rodar le costaba más que de costumbre.

Sobre todo cuando pedaleaba cuesta arriba, por la mañana, al ir a clase. Pero, si se paraba a pensarlo, últimamente todo se le hacía cuesta arriba, incluso el entrenamiento con el equipo de fútbol, que era lo que más le gustaba en el mundo.

Él lo achacaba a que su abuela había muerto hacía pocas semanas. Martín estaba triste, claro, porque la echaba de menos.

Iba a tener que hinchar las ruedas. Pero no encontraba el momento. Y se acordaba más que nunca de su abuela, que siempre le animaba para todo: siempre le decía algo que le ponía contento y le ayudaba cuando no tenía ganas de hacer algo difícil. Ella, que era siempre tan alegre...

Y, como os decía, entonces es cuando vio el letrero pintado en la bomba de la bici:


“La alegría es un gas ultraligero”.


El caso es que Martín hinchó las ruedas... y fue como si tuviera a su abuela al lado, tan alegre, tan alegre, y a él se le ocurrió que con ese gas ultraligero es más fácil trepar por las cuestas y las penas.